Finanzas personales e infelicidad

La sociedad actual ha creado adición a la infelicidad, algo que deriva por el desenfrenado consumismo que ciega la razón del ciudadano de hoy.

Las personas, a pesar de satisfacer sus necesidades básicas, siguen comprando y quieren tener cada día más y más, se vuelven adictos a la compra, síntoma de una sociedad enferma, consumen y/o acumulan bienes y servicios que, en muchas ocasiones, no son necesarios, inclusive llegando a dar un uso poco frecuente y hasta guardándolo sin llegar a estrenarlo.

Es un deseo de tener, poseer y ser dueño de algo que agrega estatus, tranquilidad o que confiere cierta reputación social, sin que presten un servicio o tengan un valor real de utilidad, es un fenómeno desenfrenado económico, social y político que se ha desarrollado desde el siglo XX, comportamiento altamente reforzado por la publicidad y las estrategias del marketing.

Es por ello que las personas son influenciadas para que adquieran una infinidad de productos que, seguramente, no necesitan o no precisan ni para su bienestar físico o mental.

Esta situación termina impactando la economía de las familias porque se hacen gastos que no son necesarios, algunas veces, dándole más importancia que a los básicos, y lo peor, destinando una buena cantidad de dinero solo para satisfacer lo que llamaremos “antojos o deseos generados por esa sociedad de consumo”.

La situación es altamente generalizada en la sociedad actual, no es un comportamiento preferencial para personas que tengan buenos ingresos, se da en todo tipo de personas y grupos familiares así tengan un ingreso promedio de un salario mínimo o cuando máximo dos o tres cuando hay varios miembros del grupo familiar que aportan, pero que, a pesar de ello, no se tiene una alta capacidad para satisfacer plenamente sus necesidades básicas.

Por esta situación las personas tienen la tendencia a endeudarse, más ahora que existe una cultura irresponsable de las entidades financieras y los grupos económicos que crean la facilidad de endeudamiento para sectores sociales con bajos recursos sin importarles las consecuencias, grupos económicos sin escrúpulo alguno que soportan las deudas con fiadores de buena voluntad, embargos de sueldos, hipotecas y otros sistemas que les garantice de manera fácil recuperar su préstamo.

Y no ha de faltar el que recurra al préstamo de alta usura, al callejero llamado gota a gota cuando no se tiene otra alternativa, muchas veces para pagar un electrodoméstico o equipo tecnológico de alta gama, o para subvencionar un viaje costoso, para sufragar la compra de algo oneroso que no era fundamental.

Todo esto, afectando la vida crediticia de la persona, también perturba su relación familiar, empiezan a aparecer una serie de conflictos entre la pareja y demás miembros de la familia con consecuencias que se reflejan en la tranquilidad de cada persona, en su estado emocional, en su salud mental, lo que termina manifestándose también en su vida laboral.

Se han llegado a determinar como una de las causas de la accidentabilidad laboral, las consecuencias por el mal manejo financiero por parte de los trabajadores, pues una persona preocupada y posiblemente atosigada por el cobro desmedido y constante por las deudas adquiridas es más propensa a irritarse, a descuidarse y a generar situaciones que lo coloquen a él mismo en riesgo o a sus compañeros de trabajo.

La situación también se refleja en la productividad, en la eficiencia y en los resultados de la empresa.

Pagar un salario justo y hacerlo en el tiempo correcto no es suficiente hoy en día, las empresas deben contrarrestar esa cultura del mal gasto, del indebido manejo de la economía familiar, creando conciencia y dando herramientas que ayuden a los trabajadores y a sus familias a hacer una distribución eficiente y racional de su salario, evitándose problemas con serias consecuencias para ellos mismos, para su grupo familiar y la misma empresa.

Aparentemente sonaría como una intromisión en la individualidad de los trabajadores, pues el parecer es que cada quien hace con su salario lo que se le antoja, y aunque es cierto, nunca sobra orientarlos adecuadamente para que desarrollen un criterio de manejo eficiente del presupuesto, y eliminen una serie de factores condicionantes del consumismo que no agregan nada bueno, pues el tiempo excepcional de la satisfacción al comprar, es momentáneo, ante el largo periodo por la mortificación de como pagar la deuda, o como cubrir el hueco que se generó para comprar aquello que no era importante.

La experiencia nos ha demostrado que cuando intervenimos y modificamos patrones culturales del derroche y el mal gasto, se logra una mejora en el estado emocional de la persona y sus relaciones familiares, algo que de forma inmediata se refleja en el ambiente laboral y la eficiencia.

Por Tito González S.

Consultor organizacional